jueves, 27 de noviembre de 2014

Aula cerrada. Reflexión.



Descombe, Martyn (1985), El aula cerrada, en Elsie Rockwell (comp.), Ser maestro, estudios sobre el trabajo docente, México, Ediciones El Caballito/SEP, pp. 103-108. 

El aula cerrada es una característica de la enseñanza convencional.
El aula puede considerarse tan común y natural que se tome como una característica inevitable de la organización escolar.
Las aulas cerradas no han sido siempre la norma y que implican supuestos específicos aprobados social mente, sobre aspectos pedagógicos y prácticas escolares.
 El grado en que el aula cerrada refleja y refuerza la responsabilidad individual del maestro ha sido tema de considerable investigación.
El aula cerrada ha sido considerada un santuario del maestro, contra la interferencia de administradores, padres y colegas en asuntos propios del salón de clase, y como un margen estructural en la organización burocrática de la escuela que intensifica las aspiraciones del maestro a una autonomía profesional.  Existe la tendencia de concebir el aula cerrada como una unidad totalmente separada del medio ambiente y libre de las presiones externas.
 El aula cerrada no proporciona un aislamiento completo: las presiones de los padres, de la comunidad, de los administradores y los colegas se filtra hacia adentro del santuario. Las formas en que las presiones externas interfieren en el aula cerrada son de dos tipos. La primera se refiere a lo que esperan los miembros del grupo, la otra se refiere a las fuentes de información que trascienden el aislamiento del escenario. Así mientras el aula cerrada es un es una unidad social que está sujeta a expectativas particulares de comportamiento, no está completamente aislada de las circunstancias sociales en las que se encuentra situada; influyen en el orden del salón también en las actitudes de los participantes, provenientes de sus experiencias en otras esferas de la vida social. En segundo lugar, la naturaleza discreta del aula se ve puesta constantemente a prueba por factores que proporcionan información, aunque se vea vaga o imprecisa, sobre lo que sucede dentro del salón, a aquellos que no están involucrados directamente en las actividades a su interior. Estas fuentes de información al público existen a pesar del aislamiento visual de los eventos que suceden dentro de la clase y no están basadas en la observación directa. Son fuentes indirectas de información, claves que les permiten a las personas ajenas deducir lo que sucede detrás de la puerta cerrada. El ruido es un medio a través del cual los maestros se dan cuenta de lo que sucede en otros salones a pesar del hecho de que no pueden observar (visualmente) los eventos.

Esta liga será muy útil principalmente para los grupos de quinto grado y quienes estén en posibilidad de trabajar con los tutores.

http://apps.cuidadoinfantil.net/aplicaciones/aplicaciones-para-ninos/aplicaciones-para-ninos-de-primaria

Una liga con opciones variadas para el manejo de las Tic´s a través de apps

http://www.eduapps.es/categoria.php?cat=15

Les dejo una liga bastante interesante que les ayudará con el manejo de las Tic´s

Un espacio de actualización e intercambio
DOCENTESYTIC.WORDPRESS.COM

ESTRATEGIAS DOCENTES " 12 FORMAS BÁSICAS DE ENSEÑAR"- HANS AEBLI

Un texto muy útil para mejorar nuestro desempeño docente , espero les sea de utilidad. 



12 FORMAS BÁSICAS DE ENSEÑAR
Una didáctica basada en la psicología.

El texto que en esta ocasión se presenta, es interesante para quienes hacen de la docencia una tarea de reflexión y recreación del conocimiento. Es decir, el trabajo docente es la concreción de múltiples experiencias ante el contenido, los materiales, los niños y el propio proceso de análisis que el maestro realiza de su acción.

Hans Aebli, autor de las 12 formas básicas de enseñar, una didáctica basada en la psicología, recupera su experiencia como docente además de ser producto de la investigación del escritor y comparte con los lectores una serie de situaciones de enseñanza que originalmente son concebidas para quienes se inician en la profesión docente, pero que igual sirven para los docentes en servicio como un referente para contrastar, comparar, analizar, valorar o reivindicar la enseñanza.

La noción del docente como práctico se enmarca en la función de un profesor que refleja los contenidos en su aspecto intelectual, afectivo y de valores; un profesor que es capaz de entrar en contacto con los alumnos y con la materia de enseñanza, es decir, un docente que tiene una profunda e inmediata comprensión del curso de los procesos de aprendizaje. 
Las 12 formas básicas de enseñar son las siguientes:



Forma básica 1:
Narrar y referir

En el curso de la historia humana, la socialización de los niños se hace con su participación en las diferentes actividades de la comunidad. La comunicación de acontecimientos o hechos es de manera directa, se transmite verbalmente mediante la narración y el informe de forma viva.

La narración transmite emociones e impresiones que suscitan novedad, sorpresa, tensión emocional que despierta la atención e interés. Dicho de otra manera, el contenido narrado es significativo, revive en la conciencia del oyente elementos afectivos, valores que matizan las representaciones y los conceptos. Por la asociación y decodificación, el oyente genera representaciones, elabora sus propias construcciones y forma estructuras complejas de pensamiento.

La narración para cumplir con la asociación, requiere que los signos verbales estén vivos, se adapten al nivel de desarrollo del alumno y a su idiosincrasia. La narración tiene las siguientes posibilidades para hacer avanzar al alumno hacia lo desconocido: aclarar y explicar, prever otros desarrollos, dejar imaginar, ilustrar afirmaciones, tomar postura, hacer repetir, dialogar y representar.

Forma básica 2:
Mostrar

Una forma sencilla y directa de guiar la enseñanza es mediante la demostración e imitación. Las antiguas sociedades para poder avanzar requirieron en su evolución aprender de los errores y no proceder por ensayo y error, ese saber en activo saber a través de la acción se puede ejemplificar en el sector de habilidades y técnicas de trabajo, por ejemplo en las clases de dibujo, gimnasia, trabajos manuales, donde se aprende a partir de la observación de modelos, del mismo modo ocurre con el lenguaje, costumbres y usos, modelos de comportamiento profesional o familiar, prácticas pedagógicas, sociales y políticas. Cuando el alumno observa a su profesor mientras muestra una actividad práctica, tiene lugar un segundo proceso de captación. No sólo percibe el acto propiamente dicho, el movimiento, el manejo, sino también su resultado, pero para eso se requiere de atención: cuando muestres algo, procura que tus alumnos presten atención. Además de mostrar despacio, de modo claro y repetidamente.


Forma básica 3:
Contemplar y observar

Una de las formas de enseñanza básica es el proceso de percepción y asimilación, mismo que se genera cuando se educa la capacidad de observación. El autor señala que uno de los propósitos de la escuela ha de ser formar la capacidad de observación, en ese sentido refiere que existen hombres contemplativos y hombres de acción y que ambos estudian la realidad, los primeros porque les gusta, los segundos, porque lo necesitan para que su acción tenga éxito.

La percepción es la captación activa de las circunstancias y datos con los que el hombre entra en contacto a través de la sensación ('contemplación activa'). Percibir significa entonces, de aquí que la percepción sea la elaboración de información y posea sus instrumentos propios 'esquemas' para hacerla. Sin dichos esquemas, el hombre no ve nada, cada quien los va construyendo en procesos de aprendizaje continuos durante toda la vida (cada actividad es una acción constructiva).


Forma básica 4:
Leer con los alumnos

La lectura es un recurso o una estrategia para aprender de los adultos. El adulto lee instrucciones de uso, manuales, revistas especializadas, informes o protocolos, periódicos, libros, sin embargo, en la escuela después de que se domina la técnica básica de la lectura, no se lee por interés o por necesidad para obtener información, porque se deja abandonado al alumno así mismo y la lectura en el trabajo de todas las materias o en el tiempo libre, es un ideal.

Algunos métodos de lectura referidos por Aebli para el tratamiento de textos, son de resumen, retención, reproducción de textos y más allá de los métodos, conviene tener presente las finalidades de la lectura para trascender la rutina escolar diaria porque no se ve con claridad tanto por alumnos como por profesores por qué hay que leer. Leer juntos es una estrategia de acompañamiento, de reflexión conjunta y de establecimiento de conexiones más ricas.


Forma básica 5:
Escribir y redactar textos

Según el autor, la escritura es una de las hipotecas históricas, que no han cubierto la deuda con la educación. Si en la escuela los alumnos han de aprender sobre todo, a hacer ejercicios de redacción (textos expositivos, descriptivos e interpretativos) para lograr exponer la realidad y los procesos que en ella tienen lugar, desde la ficción, hasta el hecho; desde la realidad meramente imaginada, hasta la realidad objetiva, se encuentra en el balance que los saldos son bastante onerosos.

Por ejemplo, en el aula se han dejado de hacer textos para establecer relaciones (de acuerdo y consenso o compromiso, afectivas), para despertar el interés o para dar instrucciones. El lenguaje (hablado o escrito) que ha de ser un recurso que acerque y comunique se ha formalizado y ritualizado y no cumple la función de propiciar el intercambio, la socialización, la imaginación y básicamente la comprensión.


Forma básica 6:
Elaborar un curso de acción

En el trabajo docente, una forma de enseñanza básica consiste en la elaboración de un curso de acción que posibilite el control de una clase. Lo que suele llamarse planeación, el autor comenta que son acciones realizaciones encauzadas hacia un fin, comprendidas en su estructura interna que producen un resultado palpable. En ese contexto, ¿los alumnos aprenden a actuar?, ¿se les enseña a los alumnos a lograr sus metas, sus actividades y a construir su pensamiento? Las respuestas son que no se atiende mucho la acción propiamente dicha (no se trabaja en la formación de esquemas de acción) y se trabaja más en lo conceptual.

Aebli señala tres propiedades de los esquemas de acción que debieran formarse en la escuela: estar en su totalidad almacenadas, ser reproducibles y ser transferibles a nuevos hechos, personas o situaciones. La enseñanza ayudaría a los alumnos a elaborar itinerarios reflexionados para la acción individual ante determinadas situaciones y en ciertos contextos.


Forma básica 7:
Construir una operación

Cuando se ha superado la etapa de la reflexión sobre un curso de acción y se han elaborado representaciones sobre la misma, se avanza en otra forma básica de enseñanza: la operación, construcción y su interiorización para formar representaciones, esto es, elaborar el pensamiento matemático (se trata de un pensamiento que considera de modo abstracto la realidad y el propio obrar), éste es más que calcular.

Las operaciones no son procesos de pensamiento que acompañen al actuar, es decir, que transcurran a su lado, las acciones se convierten en operaciones cuando el que las realiza es consciente de las relaciones inherentes. Las acciones prácticas suelen requerir tanta atención que resulta difícil llevarlas a cabo dándose cuenta al mismo tiempo de las correlaciones numéricas inherentes, por lo que el trabajo del profesor es ayudar a establecer las conexiones.


Forma básica 8:
Formar un concepto

En cada una de las formas básicas de enseñanza anteriores, se fomenta al mismo tiempo la formación de conceptos, los conceptos no son meros contenidos de la vida mental, son sus instrumentos y como docentes trabajamos con la ayuda de ellos al aplicarlos a nuevos fenómenos, captamos estos y se van ordenando en nuestra mente. Los conceptos son instrumentos que nos hacen ver, comprender el mundo. Los instrumentos que nos ayudan a analizarlo, son las unidades con las que pensamos al combinarlos, ordenarlos y transformarlos.
La formación de conceptos es una tarea exigente, tiene lugar bajo la orientación del profesor y se trata de una construcción que realiza el estudiante mediante el establecimiento de redes de interconexión entre ideas.


Forma básica 9:
Construcción solucionadora de problemas

En el aprendizaje en el aula de clase se facilita al alumno nuevas posibilidades de pensar, sentir y valorar, es decir, de actuar y de vivenciar. Evidencia el aprendizaje desde los problemas vivamente experimentados. Lo hace dinámico los problemas que se plantean y las soluciones que se hacen necesarias. Es poner de manifiesto problemas que deben solucionarse, es abordar cualquier tema desde una propuesta de cuestiones. Se mira desde una enseñanza que soluciona problemas, que interroga y desarrolla.


Forma básica 10:
Elaborar

A partir de los conceptos elaborados previamente por los alumnos, se pueden encontrar límites necesarios que impiden la completa comprensión de la acción. Al elaborar se aumenta la capacidad de de aplicación mediante el elaborar, el ejercitar y el aplicar. En el elaborar se identifican características propias del medio que pueden ser cambiantes y se desarrollan de acuerdo al poder ser utilizadas en momentos específicos ante situaciones claras y definidas.

Forma básica 11:
Ejercitar y Repetir

Como forma de consolidar lo aprendido, entendido como el hacer reflexiones sucesivas de un algo, concepto o acción para lograr su mayor entendimiento. Es grabar en el sistema mediante la acción repetida bien sea de un ejercicio o de la aplicación de un concepto, es automatizar los conceptos aprendidos y que cumplen ciertas reglas. El ejercitar y el repetir convierte el concepto en algo más sólido.

Forma básica 12:
Aplicar

Cuando el esquema de acción, las operaciones y los conceptos están construidos, elaborados y consolidados mediante el ejercicio, sigue como último momento la aplicación. Esta puede ser entendida como el concepto llevado a la práctica.

INSCRIPCIONES , REQUISITOS Y SEDES DE LOS CURSOS DE ACTUALIZACIÓN



CURSOS DE ACTUALIZACIÓN DESARROLLO PERSONAL Y PARA LA CONVIVENCIA



CURSOS DE ACTUALIZACIÓN EXPLORACIÓN DE LA NATURALEZA Y COMPRENSIÓN DEL MUNDO NATURAL Y SOCIAL




CURSOS DE ACTUALIZACIÓN MATEMÁTICAS



CURSOS DE ACTUALIZACIÓN ESPAÑOL







Los cuatro pilares de la educación

Delors, J. (1996.): “Los cuatro pilares de la educación” en La educación encierra un tesoro.
Informe a la UNESCO de la Comisión internacional sobre la educación para el siglo XXI,
Madrid, España: Santillana/UNESCO. pp. 91-103. 


Los cuatro pilares de la educación
El siglo XXI, que ofrecerá recursos sin precedentes tanto a la circulación y al almacenamiento de informaciones como a la comunicación, planteará a la educación una doble exigencia que, a primera vista, puede parecer casi contradictoria: la educación deberá transmitir, masiva y eficazmente, un volumen cada vez mayor de conocimientos teóricos y técnicos evolutivos, adaptados a la civilización cognoscitiva, porque son las bases de las competencias del futuro. Simultáneamente, deberá hallar y definir orientaciones que permitan no dejarse sumergir por la corriente de informaciones más o menos efímeras que invaden los espacios públicos y privados y conservar el rumbo en proyectos de desarrollo individuales y colectivos. En cierto sentido, la educación se ve obligada a proporcionar las cartas náuticas de un mundo complejo y en perpetua agitación y, al mismo tiempo, la brújula para poder navegar por él.
Con esas perspectivas se ha vuelto imposible, y hasta inadecuado, responder de manera puramente cuantitativa a la insaciable demanda de educación, que entraña un bagaje escolar cada vez más voluminoso. Es que ya no basta con que cada individuo acumule al comienzo de su vida una reserva de conocimientos a la que podrá recurrir después sin límites. Sobre todo, debe estar en condiciones de aprovechar y utilizar durante toda la vida cada oportunidad que se le presente de actualizar, profundizar y enriquecer ese primer saber y de adaptarse a un mundo en permanente cambio.
Para cumplir el conjunto de las misiones que les son propias, la educación debe estructurarse en torno a cuatro aprendizajes fundamentales que en el transcurso de la vida serán para cada persona, en cierto sentido, los pilares del conocimiento: aprender a conocer, es decir, adquirir los instrumentos de la comprensión; aprender a hacer, para poder influir sobre el propio entorno; aprender a vivir juntos, para participar y cooperar con los demás en todas las actividades humanas; por último, aprender a ser, un proceso fundamental que recoge elementos de los tres anteriores. Por supuesto, estas cuatro vías del saber convergen en una sola, ya que hay entre ellas múltiples puntos de contacto, coincidencia e intercambio.
Mas, en general, la enseñanza escolar se orienta esencialmente, por no decir que de manera exclusiva, hacia el aprender a conocer y, en menor medida, el aprender a hacer. Las otras dos formas de aprendizajes dependen las más de las veces de circunstancias aleatorias, cuando no se les considera una mera prolongación, de alguna manera natural, de las dos primeras. Pues bien, la comisión estima que, en cualquier sistema de enseñanza estructurado, cada uno de esos cuatro “pilares del conocimiento” debe recibir una atención equivalente a fin de que la educación sea para el ser humano, en su calidad de persona y de miembro de la sociedad, una experiencia global y que dure toda la vida en los planos cognoscitivos y practico.
Desde el comienzo de su actuación, los miembros de la Comisión fueron conscientes de que, para hacer frente a los retos del siglo XXI, seria indispensable asignar nuevos objetivos a la educación y, por consiguiente, modificar la idea que nos hacemos de su utilidad. Una nueva concepción más amplia de la educación debería llevar a cada persona a descubrir, despertar e incrementar sus posibilidades creativas, actualizando así el tesoro escondido en cada uno de nosotros, lo cual supone trascender una visión puramente instrumental de la educación, percibida como la vía  obligada para obtener determinados resultados (experiencia práctica, adquisición de capacidades diversas, fines de carácter económico), para considerar su función en toda su plenitud, a saber, la realización de la persona que, toda ella, aprender a ser.

Aprender a conocer

Este tipo de aprendizaje, que tiende menos a la adquisición de conocimientos clasificados y codificados que al dominio de los instrumentos mismos del saber, puede considerarse a la vez medio y finalidad de la vida humana. En cuanto a medio, consiste para cada persona en aprender a comprender el mundo que la rodea, al menos suficientemente para vivir con dignidad, desarrollar sus capacidades profesionales y comunicarse con los demás. Como fin, su justificación es el placer de comprender, conocer, de descubrir.
Aunque el estudio sin aplicación inmediata este cediendo terreno frente al predomino actual de los conocimientos útiles, la tendencia a prolongar la escolaridad e incrementar el tiempo libre debería permitir a un número cada vez mayor de adultos apreciar las bondades del conocimiento y de la investigación individual. El incremento del saber, que permite comprender mejor las múltiples facetas del propio entorno, favorece el despertar de la curiosidad intelectual, estimula el sentido crítico y permite descifrar la realidad, adquiriendo al mismo tiempo una autonomía de juicio. Desde esa perspectiva, insistimos en ello, es fundamental que cada niño, donde quiera que este, pueda acceder de manera adecuada al razonamiento científico y convertirse para toda la vida en un “amigo de la ciencia”  en los niveles de enseñanza secundaria y superior, la formación inicial de proporcionar a todos los alumnos los instrumentos, conceptos y modos de referencia resultantes del progreso científico y de los paradigmas del época.
Sin embargo, puesto que el conocimiento es múltiple e infinitamente evolutivo, resulta cada vez más utópico pretender conocerlo todo; por ello más allá de la enseñanza básica, la idea de un saber omnisciente es ilusoria. Al mismo tiempo, la especialización incluso en el caso de futuros investigadores no debe excluir una cultura general.
“En nuestros días una mente verdaderamente formada necesita una amplia cultura general y tener la facilidad de estudiar a fondo un pequeño número de materias. De un extremo a otro de la enseñanza, debemos favorecer la simultaneidad de ambas tendencias” pues la cultura general, apertura a otros lenguajes y conocimientos, permite ante todo comunicar. Encerrado en su propia ciencia, el especialista corre un riego de desinteresarse de lo que hacen los demás. En cualesquiera circunstancias, le resultara difícil cooperar. Por otra parte, argamasa de las sociedades en el tiempo y en el tiempo y en el espacio, la formación cultural entraña a una apertura a otros campos del saber, lo que contribuye a fecundas sinergia entre disciplinas diversas. En el ámbito de la investigación, en particular, el progreso de los conocimientos se produce a veces en el punto en el que confluyen disciplinas diversas.
Aprender para conocer supone, en primer término, aprender a aprender, ejercitando la atención, la memoria y el pensamiento. Desde la infancia, sobre todo en las sociedades dominadas por la imagen televisiva, el joven debe aprender a concentrar su atención a las cosas y a las personas. La vertiginosa sucesión de informaciones en los medios de comunicación y el frecuente cambio del canal de televisión, atenta contra el proceso de descubrimiento, que requiere una permanencia y una profundización de la información captada. Este aprendizaje de la atención puede adoptar formas diversas y sacar provecho de múltiples ocasiones de la vida (juegos, visitas a empresas, viajes, trabajos prácticos, asignaturas científicas, etc.).
El ejercicio de la memoria, por otra parte, es un antídoto necesario contra la invasión de las informaciones instantáneas que difunden los medios de comunicación masiva. Sería peligroso imaginar que la memoria ha perdido su utilidad debido a la formidable capacidad de almacenamiento y difusión de datos de que disponemos en la actualidad. Desde luego, hay que ser selectivos, en la elección de los datos que aprenderemos “de memoria”, pero debe cultivarse con esmero la facultad intrínsecamente humana de memorización asociativa, irreductible a un automatismo.
Todos los especialistas coinciden en afirmar la necesidad de entrenar la memoria desde la infancia y estiman inadecuado suprimir de la práctica escolar algunos ejercicios tradicionales considerados tediosos.
Por último, el ejercicio del pensamiento, en el que el niño es iniciado primero por sus padres y más tarde por sus maestros, debe entrañar una articulación entre lo concreto y lo abstracto. Asimismo, convendría combinar tanto en la enseñanza como en la investigación los dos métodos, el deductivo y el inductivo, a menudo presentados como opuestos. Según las disciplinas que se enseñen, uno resultará más pertinente que el otro, pero en la mayoría de los casos la concatenación del pensamiento requiere combinar ambos.
El proceso de adquisición del conocimiento no concluye nunca y puede nutrirse de todo tipo de experiencias. En ese sentido, se entrelaza de manera creciente con la experiencia del trabajo, a medida que éste pierde su aspecto rutinario. Puede considerarse que la enseñanza básica tiene éxito si aporta el impulso y las bases que permitirán seguir aprendiendo durante toda la vida, no sólo en el empleo sino también al margen de él.

Aprender a hacer

Aprender a conocer y aprender a hacer es, en gran medida, indisociable. Pero lo segundo está más estrechamente vinculado a la cuestión de la forma profesional: ¿cómo enseñar al alumno a poner en práctica sus conocimientos y, al mismo tiempo, como adaptar la enseñanza al futuro mercado del trabajo, cuya evolución no es totalmente previsible? La comisión procurara responder en particular a esta última interrogante.
Al respecto, corresponde establecer una diferencia entre las economías industriales, en las que predomina el trabajo asalariado, y las demás, en las que subsiste todavía de manera generalizada el trabajo independiente o ajeno al sector estructurado de la economía. En las sociedades basadas en el salario que se han desarrollado a lo largo del siglo XX conforme al modelo industrial, la sustitución del trabajo humano por maquinas convierte a aquel en algo cada vez más inmaterial y acentúa el carácter conflictivo de las tareas, incluso la industria, así como la importancia de los servicios en la actividad económica. Por lo demás, el futuro de esas economías está suspendido a su capacidad de transformar el progreso de los conocimientos e innovaciones generadoras de nuevos empleos y empresas. Así pues, ya no puede darse a la expresión “aprender a hacer” el significado simple que tenía cuando se trataba de preparar a alguien para una tarea material bien definida, para que participase en la fabricación de algo. Los aprendizajes deben, así pues, evolucionar y ya no pueden considerarse mera transmisión de prácticas más o menos rutinarias, aunque estos conserven un valor formativo que no debemos desestimar.

De la noción de calificación a la de competencia
El dominio de las dimensiones cognoscitiva e informativa en los sistemas de producción industrial vuelve algo caduca la noción de calificación profesional, entre otros en el caso de los operarios y los técnicos, y tienden a privilegiar la de competencia personal. En efecto, el progreso técnico modifica de manera ineluctable las calificaciones que requieren los nuevos procesos de producción. A las tareas puramente físicas suceden tareas de producción más intelectuales, más cerebrales como el mando de máquinas, su mantenimiento y supervisión y tareas de diseño, estudio y organización, a medida que las propias maquinas se vuelven más “inteligentes” y que el trabajo se “desmaterializa”.
Este incremento general de los niveles de calificación exigidos tiene varios orígenes. Con respecto a los operarios, la yuxtaposición de las tareas obligadas y del trabajo fragmentado sede ante una organización “colectivos de trabajo” o “grupos de proyecto”, siguiendo las prácticas de las empresas japonesas: una especie de taylorismo al revés; los desempleados dejan de ser intercambiables y las tareas se personalizan.
Cada vez con más frecuencia, los empleadores ya no exigen una calificación determinada, que consideran demasiado unida todavía a la idea de pericia material, y piden, en cambio, un conjunto de competencias específicas a cada persona, que combina la calificación propiamente dicha, adquirida mediante la formación técnica y profesional, el comportamiento social, la aptitud para trabajar en equipo, la capacidad de iniciativa y la de asumir riesgos.
Si a estas nuevas exigencias añadimos la de un empeño personal del trabajador, considerando como agente del cambio, resulta claro que ciertas cualidades muy subjetivas, innatas o adquiridas que los empresarios denominan a menudo “saber ser” se combinan con los conocimientos teóricos y prácticos para componer las competencias solicitadas; esta situación ilustra de manera elocuente, como ha destacado la comisión, él vinculo que la educación debe mantener entre los diversos aspectos del aprendizaje entre estas cualidades, cobra cada vez mayor importancia la capacidad de comunicarse y de trabajar con los demás, de afrontar y solucionar conflictos. El desarrollo de las actividades de servicios tiende a acentuar esta tendencia.

La “desmaterialización” del trabajo y las actividades de servicios en el sector asalariado.
Las repercusiones de la “desmaterialización “de las economías avanzadas en el aprendizaje se ponen en manifiesto inmediatamente al observar la evolución cuantitativa y cualitativa de los servicios, categoría muy diversificada que se define sobre todo por exclusión, como aquella que agrupa actividades que no son ni industriales ni agrícolas y que, a pesar de su diversidad, tienen en común el hecho de no producir ningún bien material.
Muchos servicios se definen principalmente en función de la relación interpersonal que generan. Podemos citar ejemplos tanto en el sector comercial (peritajes de todo tipo, servicios de supervisión o de asesoramiento tecnológico, servicios financieros, contables o administrativos) que proliferan nutriéndose de la creciente complejidad de las economías, como la del sector no comercial más tradicional (servicios sociales, de enseñanza, de sanidad, etc.). En ambos casos, es primordial la actividad de información y de comunicación; se pone al acento en el acopio y la elaboración personalizada de informaciones específicas, destinadas a un proyecto preciso. En ese tipo de servicios, la calidad de la relación entre el prestatario y el usuario dependen también en gran medida del segundo. Resulta entonces comprensible que la tarea de la que se trate ya no pueda prepararse de la misma manera que si se fuera a trabajar la tierra o a fabricar una chapa metálica. La relación con la materia y la técnica debe ser complementada por una aptitud para las relaciones interpersonales. El desarrollo de los servicios obliga, pues, a cultivar cualidades humanas que las formaciones tradicionales no siempre inculcan y que corresponden a la capacidad de establecer relaciones estables y eficaces entre las personas.
Por último, es concebible que en las sociedades ultra tecnificadas del futuro la deficiente interacción entre los individuos puede provocar graves disfunciones, cuyas superación exijan nuevas calificaciones, basadas más en el comportamiento que en el bagaje intelectual, lo que quizá ofrezca posibilidades a las personas con pocos o sin estudios escolares, pues la institución, el discernimiento, la capacidad de prever el futuro y de crear un espíritu de equipo no son cualidades reservadas forzosamente a los más diplomados. ¿Cómo y dónde enseñar estas cualidades, innatas? No es tan fácil deducir cuales deben ser los contenidos de una formación que permita adquirir las capacidades o aptitudes necesarias. El problema se plantea también a propósito de la formación profesional en los piases en desarrollo.

El trabajo en la economía no estructurada
En las economías en desarrollo donde la actividad asalariada no predomina, el trabajo es de naturaleza muy distinta. Hay mucho países de África subsaarihana y algunos de América latina y Asia solo un pequeño segmento de la población trabaja el régimen asalariado y la inmensa mayoría participa en la economía tradicional de subsistencia. Hablando con propiedad, no existen ninguna función referencial laboral; los conocimientos técnicos suelen ser de tipo tradicional. Además, la función del aprendizaje no se limita al trabajo, si no que debe satisfacer el objetivo más amplio de una participación y de desarrollo dentro de los sectores estructurado o no estructura donde la economía. A menudo, se trata de adquirir a la vez una calificación social y una formación profesional.
En otros países en desarrollo hay, además de la agricultura y de un reducido sector estructurado, un sector económico al mismo tiempo moderno y no estructurado, a veces bastante dinámico, formado por actividades artesanales, comerciales y financieras, que indican que existen posibilidades empresariales perfectamente adaptadas a las condiciones locales. En ambos casos, de los numerosos estudios realizados en países en desarrollo se desprende que estos consideran que su futuro estará estrechamente vinculado a la adquisición de la cultura científica que les permitirá acceder a la tecnología moderna, sin descuidar por ello las capacidades concretas de innovación y creación inherentes al contexto local. Se plantea entonces una pregunta común a los países, desarrollados y en desarrollo: ¿Cómo aprender a comportarse eficazmente en una situación de incertidumbre, como participar en la creación del futuro?

Aprender a vivir juntos, aprender a vivir con los demás


Sin duda, este aprendizaje constituye una de las principales empresas de la educación contemporánea. Demasiado a menudo, la violencia que impera en el mundo contradice la esperanza que algunos habían depositado en el progreso de la humanidad. La historia humana siempre ha sido conflictiva, pero hay elementos nuevos que acentúan el riesgo, en particular el extraordinario potencial de autodestrucción que la humanidad misma ha creado durante el siglo XX. A través de los medios de comunicación masiva, la opinión pública se convierte en observadora impotente, y hasta en rehén, de quienes generan o mantienen vivos los conflictos. Hasta el momento, la educación no ha podido hacer
mucho para modificar esta situación. ¿Sería posible concebir una educación que permitiera evitar los conflictos o solucionarlos de manera pacífica, fomentando el conocimiento de los demás, de sus culturas y espiritualidad?
La idea de enseñar la no-violencia en la escuela es loable, aunque solo sea un instrumento entre varios para combatir los prejuicios que llevan al enfrentamiento. Es una tarea ardua, ya que, como es natural, los seres humanos tienden a valorar en exceso sus cualidades y las del grupo al que pertenecen y a alimentar prejuicios desfavorables hacia los demás. La actual atmósfera competitiva impérate en la actividad económica de cada nación y, sobre todo a nivel internacional, tiende además a privilegiar el espíritu de competencia y el éxito individual. De hecho, esa competencia da lugar a una guerra económica despiadada y provoca tensiones entre los poseedores y los desposeídos que fracturan las naciones y el mundo y exacerban las rivalidades históricas. Es de lamentar que, a veces, a la educación contribuya a mantener ese clima al interpretar de manera errónea la idea de emulación.
¿Cómo mejorar esta situación? La experiencia demuestra que, para disminuir ese riesgo, no basta con organizar el contacto y la comunicación entre miembros de grupos diferentes (por ejemplo, en escuelas a las que concurran niños de varias etnias o religiones). Por el contrario, si esos grupos compiten unos con otros o no están en una situación equitativa en el espacio común, este tipo de contacto puede agravar las tensiones latentes y degenerar en conflictos. En cambio, si la relación se establece en un contexto de igualdad y se formulan objetivos y proyectos comunes, los prejuicios y la hostilidad subyacente pueden dar lugar a una cooperación más serena e, incluso, a la amistad.
Parecería entonces adecuado dar a la educación dos orientaciones complementarias. En el primer nivel, el descubrimiento gradual del otro. En el segundo, y durante toda la vida, la participación en proyectos comunes, un método quizá eficaz para evitar o resolver los conflictos latentes.

El descubrimiento del otro
La educación tiene una doble misión: enseñar la diversidad de la especie humana y contribuir a una toma de coincidencia de las semejanzas y la interdependencia entre todos los seres humanos. Desde la primera infancia, la escuela debe, pues, aprovechar todas las oportunidades que se presenten para esa doble enseñanza. Algunas disciplinas se prestan particularmente a hacerlo, como la geografía humana desde la enseñanza primaria y, más tarde, los idiomas extranjeros.
El descubrimiento del otro pasa forzosamente por el descubrimiento de uno mismo; por consiguiente, para desarrollar en el niño y el adolescente una visión cabal del mundo la educación, tanto si la imparte la familia como si la imparte la comunidad o la escuela, primero debe hacerle descubrir quién es. Solo entonces podrá realmente ponerse en el lugar de los demás y comprender sus reacciones. El fomento de esta actitud de empatía en la escuela era fecundo para los comportamientos sociales a lo largo de la vida. Así, por ejemplo si se enseña a los jóvenes adoptar el punto de vista de otros grupos étnicos o religiosos, se pueden editar incomprensiones generadoras del odio y violencia en los adultos. Así pues, la enseñanza de la historia de las religiones o de los usos y costumbre puede servir de útil referencia para futuros comportamientos  por ultimo, la forma misma de la enseñanza no debe oponerse a este reconocimiento del otro. Los profesores que, a fuerza de dogmatismo, destruyen la curiosidad o el espíritu crítico en lugar de despertarlos en sus alumnos, pueden ser más perjudiciales que benéficos. Al olvidar que son modelos para los jóvenes, su actitud puede atentar de manera permanente contra la capacidad de sus alumnos de aceptar la alteridad y hacer frente a las inevitables tensiones entre seres humanos, grupos y naciones. El enfrentamiento, mediante el dialogo y el intercambio de argumentos, será unos de los instrumento necesarios de la educación del siglo XXI.

Tender hacia objetivos comunes
Cuando se trabaja mancomunadamente en proyectos motivadores que permiten escapar a la rutina, disminuyen y a veces hasta desaparecen las diferencias e incluso los conflictos entre los individuos. Esos proyectos que permiten superar los hábitos individuales y valoran los puntos de convergencia por encima de los aspectos que se paran, dan origen a un nuevo modo de identificación. Por ejemplo, gracias a la práctica del deporte, ¡cuántas tensiones entre clases sociales o nacionalidades han acabado por transformarse en solidaridad, a través de la pugna y la felicidad del esfuerzo común¡ Así mismo, en el trabajo, ¡cuántas realizaciones podrían no haberse concretado si los conflictos habituales de las organizaciones jerarquizadas no hubieran sido superados por un proyecto de todos¡ En consecuencia, en sus programas la educación escolar debe reservar tiempo y ocasiones suficientes para iniciar desde muy temprano a los jóvenes en proyectos cooperativos, en el marco de actividades deportivas y culturales y mediante su participación en actividades sociales: renovación de barrios, ayuda a los más desfavorecidos, acción humanitaria servicio de solidaridad entre las generaciones, etcétera. Las demás organizaciones educativas y las asociaciones deben tomar el relevo de la escuela en estas actividades. Además, en la práctica escolar cotidiana, la participación de los profesores y alumnos en proyectos comunes pueden engendrar el aprendizaje de un método de solución de conflictos y ser una referencia para la vida futura de los jóvenes, enriqueciendo al mismo tiempo la relación entre educadores y educandos.

Aprender a ser

Desde su primera reunión, la comisión ha reafirmado enérgicamente un principio fundamental: la educación debe contribuir al desarrollo global de cada persona: cuerpo y mente, inteligencia, sensibilidad, sentido estético, responsabilidad individual, espiritualidad. Todos los seres humanos deben estar en condiciones, en particular gracias a la educación recibida en su juventud, de dotarse de un pensamiento autónomo y crítico y de elaborar un juicio propio, para determinar por sí mismos qué deben hacer en las diferentes circunstancias de la vida. El informe aprende a hacer (1972) manifestaba en su preámbulo el temor a una deshumanización del mundo vinculada a la evolución tecnológica. La evolución general de las sociedades desde entonces y, entre otras cosas, el formidable poder adquirido por los medios de comunicación masiva, ha agudizado ese temor y dado más legitimidad a la advertencia que suscitó. Posiblemente, en el siglo XXI amplificará estos fenómenos, pero el problema ya no será tanto preparar a los niños para vivir en una sociedad determinada sino, más bien, dotar a cada cual de fuerzas y puntos de referencia intelectuales permanentes que le permitan comprender el mundo que le rodea y comportarse como un elemento responsable y justo. Más que nunca, la función esencial de la educación es conferir a todos los seres humanos la libertad de pensamiento, de juicio, de sentimientos y de imaginación que necesitan para que sus talentos alcancen la plenitud y seguir siendo artífices, en la medida de lo posible, de su destino.
Este imperativo no es solo de naturaleza individualista: la experiencia reciente demuestra que lo que pudiera parecer únicamente un modo de defensa del ser humano frente a un sistema alienante o percibido como hostil es también, a veces, la mejor oportunidad de progreso para las sociedades. La diversidad de personalidades, la autonomía y el espíritu de iniciativa, incluso el gusto por la provocación son garantes de la creatividad y la innovación. Para disminuir la violencia o luchar contra los distintos flagelos que afectan a la sociedad, métodos inéditos derivados de experiencias sobre el terreno, han dado prueba de su eficacia.
En un mundo en permanente cambio uno de cuyos motores principales parece ser la innovación tanto social como económica, hay que conceder un lugar especial a la imaginación y a la creatividad; manifestaciones por excelencia de la libertad humana, pueden verse amenazadas por cierta normalización de la conducta individual. El siglo XXI necesitará muy diversos talentos y personalidades, además de individuos excepcionales, también esenciales en toda civilización. Por ello, habrá que ofrecer a niños y jóvenes todas las oportunidades posibles de descubrimiento y experimentación estética, artística, deportiva, científica, cultural y social que completaran la presentación atractiva de lo que en esos ámbitos hayan creado las generaciones anteriores o sus contemporáneos. En la escuela, el arte y la poesía deberían recuperar un lugar más importante que el que les concede, en muchos países, una enseñanza interesada en lo utilitario más que en lo cultural. El afán de fomentar la imaginación y la creatividad debería también llevar a revalorar la cultura oral y los conocimientos extraídos de la experiencia del niño o del adulto.
Así pues, la Comisión hace plenamente suyo el postulado del informe aprender a ser “... El desarrollo tiene por objeto el despliegue completo del hombre en toda su riqueza y en la complejidad de sus expresiones y de sus compromisos; individuo, miembro de una familia y de su colectividad, ciudadano y productor, inventor de técnicas y creador de sueños”. Este desarrollo del ser humano, que va del nacimiento al fin de la vida, es un proceso dialéctico que comienza por el conocimiento de sí mismo y se abre después a las relaciones con los demás. En este sentido, la educación es ante todo un viaje interior cuyas etapas corresponden a las de la maduración, constante de la personalidad. En el caso de una experiencia profesional positiva, la educación, como medio para alcanzar esa realización, es, pues, a la vez un proceso extremadamente individualizado y una estructuración social interactiva.
Huelga decir que los cuatro pilares de la educación que acabamos de describir non pueden limitarse a una etapa de la vida o a un solo lugar. Como veremos en el capítulo siguiente, es necesario replantear los tiempos y los ámbitos de la educación, y que se complementen e imbriquen entre sí, a fin de que cada persona, durante toda su vida, pueda aprovechar al máximo un contexto educativo e constante enriquecimiento.

Pistas y recomendaciones
• La educación a lo largo de la vida se basa en cuatro pilares: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a vivir juntos, aprender a ser.
• Aprender a conocer, combinando una cultura general suficientemente amplia con la posibilidad de profundizar los conocimientos en un pequeño número de materias. Lo que supone además: aprender a aprender para poder aprovechar las posibilidades que ofrece la educación a lo largo de la vida.
• Aprender a hacer a fin de adquirir no sólo una calificación profesional, más generalmente una competencia que capacite al individuo para hacer frente a gran número de situaciones y a trabajar en equipo. Pero, también, aprender a hacer en el marco de las distintas experiencias sociales o de trabajo que se ofrecen a los jóvenes y adolescentes bien espontáneamente a causa del contexto social o nacional, bien formalmente gracias al desarrollo de la enseñanza por alternancia.
• Aprender a vivir juntos desarrollando la comprensión del otro y la percepción de las formas de interdependencia realizar proyectos comunes y prepararse para tratar los conflictos respetando los valores de pluralismo, comprensión mutua y paz.
• Aprender hacer para que florezca mejor la propia personalidad y se esté en condiciones de obrar con creciente capacidad de autonomía, de juicio y de responsabilidad personal. Con tal fin, no menos preciar en la educación ninguna de las posibilidades de cada individuo: memoria, razonamiento, sentido estético, capacidades físicas, aptitudes para comunicar...
• Mientras los sistemas educativos formales propenden a dar prioridad a la adquisición de conocimientos, en detrimento de otras formas de aprendizaje, importa concebir la educación como un todo. En esa concepción deben buscar inspiración y orientación las reformas educativas, en la elaboración de los programas y en la definición de nuevas políticas pedagógicas.